domingo, 22 de mayo de 2011

Fecha en vilo por debacle jurada

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Por Milagros Socorro

Chávez adelantará las elecciones. Las presidenciales o las regionales, que tocarían juntas en diciembre de 2012, simultaneidad ya aludida como "las megaelecciones". La mudanza de la fecha ­que muy probablemente derivará en las fechas, puesto que los comicios podrían ir separados­ depende de los mil asedios que el autócrata debe sortear para persistir en el poder amarrándose a él con votos. Esto sólo puede lograrse con una manipulación superior a la habitual y mediante la detección del día exacto en que la demagogia y las mentiras resulten en un alza de la popularidad de Chávez; un día que, si en efecto llegara, muy probablemente será la víspera de su desplome definitivo. En otras palabras, el régimen debe prever cuál será la fecha exacta en que recogerá la cosecha de la Misión Vivienda, de los electrodomésticos chinos y de la siembra de terror en la que se afana frente a la alternativa democrática, cuyo galope se ve venir en medio de una polvareda.

En fecha tal se fijarán las elecciones presidenciales. Es un reto de formidables dimensiones, porque una diferencia de horas puede ser letal para el Gobierno: su recuperación será la del tísico, un instante antes del desenlace fatal. No puede errar en el cálculo y perder ese instante único.

En fin, eso es lo que se oye en los predios políticos. Pero hay un experto que también da por hecho el adelanto de las elecciones...

por un motivo diferente. Desde la perspectiva del ingeniero José G. Aguilar, consultor internacional de Riesgos de Sistemas Eléctricos con posgrado en empresas públicas y amplia experiencia en la ejecución de programas de control de pérdidas para empresas multinacionales, el régimen cuenta con información detallada y muy confiable acerca del colapso eléctrico que se avecina. Y pautará los comicios antes de que un apagón envuelva en sombras la determinación continuista de Chávez.

La posibilidad de una debacle eléctrica dista mucho de provenir del mal agüero que la oposición proyecta sobre el régimen. Nada de eso. Han sido su propia incapacidad, improvisación y mala fe los que han puesto al país en este delicado trance, del que nadie saldrá bien parado.

Según José G. Aguilar, residenciado fuera del país desde hace 25 años, hasta 1999 se respetó en Venezuela la observación de los planes eléctricos y las previsiones dispuestas por los técnicos para el buen funcionamiento del sistema y su incremento al ritmo del crecimiento vegetativo (el natural aumento de la población) y a las demandas de la producción.

Contábamos, pues, con un sector profesionalizado y bien planificado, hecho que los gobiernos, entonces alternantes, valoraban en su justa significación. En 1999, Chávez recibió un sistema eléctrico sólido... que no tardaría en descalabrar (es su sino, su pavoroso destino).

La democracia de Venezuela puso en manos del golpista del 92 una potencia instalada de 20.000 megavatios, con 15.500 megavatios disponibles, cuando la demanda era de 11.000 megavatios.

El sistema de gobierno contra el que Chávez había irrumpido con las armas de la república le legó una inmensa ventaja, que ya quisieran muchos países del mundo.

Pero en agosto de 2007 la línea de crecimiento de la población se cruzó con la de generación de energía, y aquella superó a ésta.

El servicio no había crecido y, muy por el contrario, quedó librado a la ineptitud y la desidia.

El ingeniero Aguilar lo dice en los términos adecuados: lo que debió ser una expansión ordenada de generación, transmisión, distribución, gestión comercial, logística de combustibles y despacho hidrotérmico, favorecida por la bonanza petrolera, se disolvió en un caos. En vez de concebir soluciones, el Gobierno recurrió a la demagogia y el cálculo político, para terminar estrellado contra el desmantelamiento de la infraestructura eléctrica y el abuso contra los trabajadores del sector, que han resultado los grandes perdedores, además, desde luego, de los usuarios.

Para el experto no cabe duda, la inmensa deuda eléctrica, acumulada por los rezagos de nuevos proyectos y la carencia de mantenimiento, naufragará en una debacle eléctrica (la frase es suya).

Sólo el régimen sabe cuándo sobrevendrá, puesto que prohibió la divulgación de los reportes so pena de cárcel.

De ese caos anunciado depende el calendario electoral. Y de éste, el renacimiento de Venezuela. O su definitiva sujeción a la tiniebla.

msocorro@el-nacional.com

EN/OyN

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