domingo, 25 de julio de 2010

Magia negra - Versión Final 25/07/2010



Enlace al artículo de Versión Final

El periodista y escritor Oscar Yanes asegura que los restos de Bolívar fueron exhumados para cumplír con un ritual por parte de "paleros" al servicio del Presidente, una orden de santeros que presuntamente trabaja con huesos humanos para transferir poder al conjurado. "Chávez cree que esto puede asegurarle su permanencia en el poder", afirma Yanes, quien también advierte que en la comisión para la "investigación científica e histórica" - como aparece en el decreto 5834 - extrañamente se dejó al margen a los historiadores y a las universidades.





Detrás de la exhumación de Bolívar está la enfermiza obsesión de Chávez

Thor Halvorssen - Washinton Post

Domingo, 25 de julio de 2010

Enlace al artículo del Washinton Post

Tras el asesinato de Julio César, estalló una lucha por el control de su legado. Octavio, sobrino nieto de César, manipuló su posición de heredero para arrebatar el poder a sus rivales. Convirtió a César en un dios, le construyó un templo, y utilizó sus restos para resaltar su relación. El simbolismo era crucial, y para disipar cualquier duda sobre su legitimidad, Octavio adicionó “Julio César” a su nombre.

Poco después de la medianoche del 15 de julio, el presidente venezolano Hugo Chávez retrocedió en el tiempo, y presidió la exhumación de los restos mortales de Simón Bolívar, el mayor héroe de la independencia de América Latina, y objeto de la obsesión personal y política de Chávez.

El esqueleto fue sacado por partes. Algunas piezas, tales como dientes y fragmentos de hueso, fueron separadas para que se les realizasen “pruebas”. Lo que quedó fue puesto en un nuevo ataúd con el escudo del gobierno de Chávez. Chávez, quien también enviaba mensajes a través de Twitter sobre el procedimiento, pronunció un discurso incoherente en el que le pedía a Cristo que repita el milagro de Lázaro y resucite a Bolívar.

Al parecer, Chávez también conversó con sus huesos: “Yo he tenido algunas dudas”, dijo Chávez. “Anoche, viendo los restos de Bolívar […] le pregunté ‘padre ¿eres tú o no eres; o quién eres?’ y me respondió ‘sí, soy yo, pero despierto cada 100 años cuando despierta el pueblo’,” relató Chávez a toda la nación, mientras decía estar parafraseando a Neruda.

Por decreto presidencial, todos los canales de televisión en Venezuela mostraban imágenes de Bolívar en pinturas históricas, luego imágenes de su esqueleto, y luego imágenes de Chávez, con el himno nacional a todo volumen en el fondo. El mensaje de esta parodia macabra es inconfundible: Chávez no es un seguidor de Bolívar, Chávez es Bolívar reencarnado. Y cualquiera que se oponga o lo critique es un traidor, no sólo de Chávez sino de la historia.

Jurídicamente, el cuerpo de Bolívar está bajo la custodia del Estado venezolano, aunque sus parientes más cercanos conocidos fueron Pedro y Eduardo Mendoza-Goiticoa, descendientes directos de la hermana menor de Bolívar, Juana Bolívar y Palacios. Eduardo, mi abuelo, murió hace menos de un año en Caracas, y mi tío Pedro murió el mes pasado a la edad de 96 años, sin que haya habido intento alguno de notificarlos sobre la apertura de la tumba.

Sólo quien puede imaginar por un momento a Washington, Jefferson, Madison y Lincoln convertidos en una sola persona, puede apreciar la magnitud histórica de Bolívar en gran parte de América Latina, y entender por qué una revolución “bolivariana” es infinitamente más legítima que una revolución “chavista”. La apropiación agresiva de Bolívar a cargo de Chávez —primero política y ahora físicamente— es un hecho muy significativo. Así, Chávez busca eliminar a su mayor opositor y némesis filosófica: el mismo Bolívar.

Tras el golpe de Estado fallido que dirigió en 1992 contra el gobierno democráticamente electo de Venezuela, Chávez, quien había bautizado a su movimiento rebelde en honor a Bolívar, estuvo preso por dos años hasta que recibió un indulto presidencial. Para candidatear a la presidencia en 1998, Chávez llamó a su partido político “Movimiento Bolivariano”, y como presidente cambió el nombre de Venezuela a “República Bolivariana de Venezuela”. En reuniones de gabinete, Chávez solía dejar una silla vacía reservada para el “espíritu” de Bolívar, y una vez ordenó al banco central que le entregase la espada de Bolívar para su uso personal (desde entonces, Chávez ha obsequiado réplicas de dicha espada a Muammar Gaddafi, Robert Mugabe, Alexander Lukashenko, Vladimir Putin, Raúl Castro y Mahmoud Ahmadinejad).

Bolívar estaría indignado con la mera noción de que Chávez sea su heredero intelectual o político. En su propia correspondencia, Bolívar se revela como alguien mucho más cercano a Tomás Jefferson que a Carlos Marx (quien además documentó su desprecio por Bolívar en gran detalle). Bolívar describió la forma de gobierno de Estados Unidos —tan ridiculizada por Chávez— como “la mejor en la Tierra”. La pequeña biblioteca que Bolívar cargaba durante sus campañas militares incluía libros como “La Riqueza de las Naciones” de Adam Smith, varias biografías de George Washington, y decenas de obras que celebraban los derechos del hombre frente a la tiranía de los gobiernos despóticos.

En lenguaje y pensamiento, Bolívar era un estudiante de la Ilustración, y su lucha contra la dominación de España en América del Sur reflejaba esta inspiración. Era un admirador de la Revolución Estadounidense, y su visión del mundo había sido moldeada en sus viajes por Europa, con las obras de Hume, Montesquieu y Voltaire. Bolívar comprendía que las grandes naciones estaban gobernadas por leyes, y no por hombres. El liberalismo, la separación de poderes, las libertades civiles, el libre comercio y la libertad de pensamiento eran temas recurrentes en sus discursos y escritos.
Evidentemente, Chávez, en su proceso de personalización del poder, de asalto a la propiedad privada, de restricciones a la disidencia política y de destrucción de la doctrina de la separación de poderes, no solamente que no abraza el legado de Bolívar, sino que representa su antítesis.

La idea de abrir el sarcófago de Bolívar surgió por primera vez en 2007, cuando en medio discurso Chávez sugirió que los restos contenidos en el ataúd no eran suyos. En aquel momento, el clamor popular en contra de la apertura del ataúd vetó la curiosidad de Chávez, pero no por mucho tiempo. Mientras Chávez blandía sus sables contra la vecina Colombia, lanzó públicamente la hipótesis de que Bolívar había sido asesinado por la “oligarquía” de ese país.

Aquí es donde aparece el Dr. Paul Auwaerter, director clínico de enfermedades infecciosas en la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins. A principios de este año, Auwaerter, especialista en diagnósticos complejos, presentó sus hallazgos en una conferencia anual que analizaba las causas de la muerte de personajes históricos. Auwaerter llegó a la conclusión de que no fue la tuberculosis quien mató a Bolívar en 1830, sino la arsenicosis crónica. En esa época, el arsénico, que se tomaba en pequeñas dosis como tónico, era utilizado por Bolívar para combatir sus ataques de fiebre.

El gobierno de Chávez se aprovechó de la noticia y comenzó los preparativos para exhumar el cuerpo. Auwaerter, quien me dijo que su obra había sido interpretada erróneamente, cree que la evidencia médica disponible apoya la tesis de la ingestión crónica, no la criminal. De cualquier manera, Chávez dice que Auwaerter ha demostrado la tesis del asesinato de Bolívar.

Imagino que muy pronto el gobierno venezolano anunciará que la investigación demostró que Bolívar fue asesinado (por los colombianos, los estadounidenses o por ambos). De hecho, no me sorprendería que las pruebas de ADN acabasen demostrando que Chávez es ¡pariente lejano de Bolívar!

Para Chávez, esto no es sólo una obsesión existencial, sino posiblemente una obsesión electoral. Su principal retador político para la presidencia de Venezuela se llama Leopoldo López Mendoza, primo hermano mío y ex alcalde de un municipio de Caracas, cuya aprobación en las urnas superaba el 70 por ciento cuando el gobierno lo inhabilitó de forma arbitraria. La maquinaria de medios de comunicación estatales caricaturiza frecuentemente a López como el que se hace pasar por pariente del Libertador, pese a que López nunca hace referencia pública a su linaje.

La necromancia de Chávez no acabará sólo con la exhumación de Bolívar. Chávez ya ha anunciado que va a exhumar más cadáveres de los miembros de la familia de Bolívar, y prometió que construirá un nuevo mausoleo para el Libertador.

Espero que algún día los médicos convoquen a una conferencia especializada diferente, una para resolver el enigma de la perversión psicológica de Chávez. ¡Qué triste es ver que en lugar de mostrar a Venezuela los restos de Bolívar, el cadáver de Bolívar deba soportar ver los restos de su amada Venezuela!


Behind exhumation of Simon Bolivar is Hugo Chavez's warped obsession

By Thor Halvorssen
Sunday, July 25, 2010

Upon Julius Caesar's murder, a struggle erupted over who would control his legacy. Octavius, Caesar's great-nephew, manipulated his position as Caesar's heir to wrest power from his rivals. He made Caesar a god and raised a temple, using Caesar's remains to underscore their connection. Symbolism was crucial, and to dispel any doubts about his legitimacy, Octavius added "Julius Caesar" to his name.

Shortly after midnight on July 16, Venezuelan President Hugo Chávez reached back in time. He presided at the exhumation of the remains of Simón Bolívar -- Latin America's greatest independence hero, who helped liberate the region from Spain in the 19th century, and the object of Chávez's personal and political obsession.

The skeleton was pulled apart. Pieces were removed, such as teeth and bone fragments, for "testing." The rest was put in a new coffin with the Chávez government's seal. Chávez, who also tweeted the proceedings, gave a rambling speech in which he asked Christ to repeat his Lazarus miracle and raise the dead once more. He also apparently conversed with Bolívar's bones.

"I had some doubts," Chávez told his nation, paraphrasing the poet Pablo Neruda, "but after seeing his remains, my heart said, 'Yes, it is me.' Father, is that you, or who are you? The answer: 'It is me, but I awaken every hundred years when the people awaken.' "

By presidential decree, every television station in Venezuela showed images of Bolívar in historic paintings, then images of the skeleton, and then images of Chávez, with the national anthem blaring. The message of this macabre parody was unmistakable: Chávez is not a follower of Bolívar -- Chávez is Bolívar, reincarnated. And anyone who opposes or criticizes him is a traitor not just to Chávez but to history.

Legally, Bolívar's body is in the care of the Venezuelan state, but his most immediate known kin were Pedro and Eduardo Mendoza-Goiticoa -- the direct descendants of Bolívar's youngest sister, Juana Bolívar y Palacios. Eduardo, my grandfather, died less than a year ago in Caracas. My great-uncle Pedro died last month at the age of 96. No attempt was made to notify him of the plan to open Bolívar's tomb.
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If you can imagine Washington, Jefferson, Madison and Lincoln rolled into one, you can appreciate Bolívar's historical power in much of Latin America, and why a "Bolivarian " revolution is infinitely more legitimizing than a "Chávez" revolution. Chávez's aggressive appropriation of Bolívar -- first politically and now physically -- is especially meaningful because it is an attempt to wipe away the most important opposition leader and philosophical nemesis Chávez could ever face: Bolívar himself.

After his failed coup attempt in 1992 against Venezuela's democratically elected government, Chávez, who had named his rebel movement for Bolívar, was imprisoned for two years and eventually received a presidential pardon. Upon running for office in 1998, Chávez dubbed his party the Bolivarian Movement, and as president he changed the name of Venezuela to include "Bolivarian Republic." He has often left an empty chair at cabinet meetings, for Bolívar's spirit, and even ordered the central bank to deliver Bolívar's sword for his personal use. (He has since presented replicas to Moammar Gaddafi, Robert Mugabe, Alexander Lukashenko, Vladimir Putin, Raúl Castro and Mahmoud Ahmadinejad.)

Bolívar would be outraged by the notion of Chávez, a socialist, as his intellectual or political heir. In his correspondence, Bolívar revealed himself as someone in the company of Thomas Jefferson much more than Karl Marx (who documented his hatred for Bolívar in great detail). He described the American form of government -- so disparaged by Chávez -- as "the best on Earth." The small library that accompanied him on his military campaigns included Adam Smith's "The Wealth of Nations," several biographies of George Washington and dozens of works on the rights of man and the tyranny of illegitimate government.

In language and thought, Bolívar was a student of the Enlightenment, and his struggle against Spain's domination of South America reflected that inspiration. He was an admirer of the American Revolution, and his worldview was shaped by travels in Europe and by the works of Hume, Montesquieu and Voltaire. Bolívar understood that great nations are governed by laws, not men; liberalism, separation of powers, civil liberties, free trade and freedom of thought are recurring themes of his speeches and writings.

Chávez, in his personalization of power, assault on private property, stifling of dissent and destruction of the separation of powers, does not embrace Bolívar's legacy. He represents its antithesis.

The idea to open Bolívar's sarcophagus first surfaced in a 2007 speech by Chávez in which he suggested that the remains in the coffin were not those of Bolívar. At the time, a popular outcry against opening the coffin nixed Chávez's curiosity, though not for long. As Chávez rattled sabers against neighboring Colombia, he publicly hypothesized that Bolívar had been killed by the Colombian "oligarchy."

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