sábado 10 de septiembre de 2011
Con un destello de lucidez tan
improvisado como la gesta demoledora los más recientes trece años han
dicho "Hemos descuidado el tema de la electricidad". Un alarde de
sinceridad inverosímil, que por crudo, se torna nuevamente en burla y en
manifiesta desatención a las alarmas nacionales.
El país, por
distintas vías, grita la ausencia de una política de Estado referida a
los asuntos de la generación y distribución eléctrica. El país sufre
recortes, apagones, multas, cronogramas de racionamiento, y muchas horas
de transmisiones audiovisuales obligadas sobre el tema. Es decir, no
hay descuido posible; lo que hay es desidia, mentira, incapacidad.
Reconocer,
así como quien advierte en la mañana que se le terminó el papel de
baño, no es reconocer; es una simple argucia para intentar revertir la
debacle de un sistema instaurado para solo proveer problemas y
burocracia para la sostenibilidad de esos problemas en el tiempo. Allí,
la palabra solución no existe.
Mientras el país padece los
efectos de la falta de gerencia efectiva, del desatino de unos
nombramientos leales, pero carentes de oficio para generar bienestar,
algunos se declaran "enchinchorraos", advirtiendo "descuidos", o
consolando su incapacidad en temas como la inseguridad con las cifras
que reflejan el mismo mal en otras tierras.
Vendrán, como no,
otros reconocimientos. Dirán que hubo descuido al implantar una meta de
construcción de viviendas; que se descuidaron con el tema carcelario.
Que los ajustes económicos para contener la inflación los agarraron
descuidados; que la impunidad se produce solo al espabilar de más; y que
los ataques directos a la descentralización son solo unos pequeños
descuidos respecto a la letra de la Constitución; como lo es la
determinación de no acatar las sentencias internacionales. En fin, todo
este ejercicio invertebrado de poder es un descuido magnificado.
El
diagnóstico no pudo ser mejor; pero ojo: Ese descuido no puede permear
más hacia la sociedad que a ratos se muestra diáfana y luego cede
terreno a la apatía y la indiferencia. El tiempo que vivimos no admite
descuidos. Es hora de estar ojo avizor. Hay que concentrarse en la
realidad que se vive y asumir que cada día el desafío es mayor para
aquellos que aspiramos a un país de ciudadanos conscientes, que no se
escudan en la excusa y mucho menos en la mediocridad de la minimización
de una falla estructural que se paga con desempleo, inseguridad, falta
de producción... pobreza.
Descuidarse hoy, en términos de la
democracia, es someter al país al más absoluto apagón; con su
correspondiente multa; tal y como se ilustra por estos días con la
tristemente célebre medida de la empresa de racionamiento e impuesto
eléctrico. Descuidarse hoy, en términos de la sociedad de ciudadanos, es
someterse a un irresponsable e infinito desatino.
¡Qué descuido!
incisos@hotmail.com
@incisos
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