miércoles, 16 de junio de 2010

El pimentón cubano

En el maloliente guiso de PDVAL no faltaron los asesores cubanos que diseñaron su creación


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Segundo semestre de 2007. En medio de la campaña sobre el referéndum para la reforma constitucional las colas para comprar leche son inmensas. Tampoco se consiguen azúcar, carne, arroz ni aceite. El gobierno, consciente de que su popularidad depende (y en mucho) de la capacidad de los electores para comprar alimentos, enciende las alarmas.

Los precios de la comida en el mercado internacional están por las nubes y Venezuela adentro los PVP de los rubros de la canasta básica llevan más de cuatro años anclados.

Como se afirma en un Informe de Gestión de PDVAL, fechado en junio de 2010, el gobierno sabía que las fallas en la disponibilidad de alimentos respondían a que “la red privada no estaba haciendo uso de la permisería (sic) de importación otorgada debido a la regulación de precios”. Pero en lugar de sentarse a conversar con los actores privados para encontrar soluciones, los responsables de la cosa pública decidieron que todo era una “estrategia desestabilizadora” de la oposición venezolana “consistente en la creación de condiciones artificiales de escasez de alimentos”.

Hecho el diagnóstico político, la solución no se hizo esperar: a realazos y sin planificación se aprobó en octubre de 2007 el V Plan Excepcional de Desarrollo Social para el Abastecimiento de Alimentos de la Cesta Básica, que reforzó Mercal y creo Pdval.



EL ORIGEN DEL CAOS

De inmediato se ordenó a Pdvsa ponerse al frente del proyecto con su chequera y sus recursos humanos y logísticos. Así se montó una estructura que asignó a la filial Bariven realizar las compras en el exterior, a Pdvsa Agrícola producir alimentos y a Pdval distribuir todos los productos adquiridos dentro y fuera del país.

Desde el principio, sin embargo, se tuvo conciencia de que Bariven no tenía experiencia comprando alimentos. Por eso, la Vicepresidencia de la República, se lee en el informe, “asignó un equipo de asesores cubanos que se encargarían de dictar los lineamientos concernientes a estas compras”. “Cantidades a comprar, cronogramas de entrega, permisería (sic) necesaria, especificaciones técnicas, panel de proveedores, logísticas de envío, entre otros”, fue determinado por los muchachos de Fidel según el documento.

Junto con el Centro Nacional de Balance de Alimentos (Cenbal) y funcionarios de los ministerios de Agricultura y Tierras, Alimentación e Industrias y Comercio; los enviados de La Habana determinaron que Pdval debía importar y distribuir 1.751.000 toneladas métricas (TM) de alimentos entre marzo de 2008 y febrero de 2009. La cifra, equivalía al 53% de lo comercializado por todo el sector privado en los 14 rubros que contempla la Misión Alimentación.

COMENZÓ LA PUDREZÓN

Lo que no previeron los asesores cubanos, ni los burócratas de Pdvsa y demás ministerios encargados de frenar “la problemática de acaparamiento, desabastecimiento y especulación organizada por la oposición”, fue el inmenso grado de complejidad que supone comprar y distribuir más de un millón de TM de alimentos, sobre todo cuando no se tiene experiencia.

“Debido a que la respuesta para contrarrestar la acción desestabilizadora tenía carácter de urgencia, este proceso se desarrolló en un marco de actuación rápida, sin contar con la infraestructura física y logística necesaria para el volumen de operaciones”, confiesan los responsables de Pdval en su informe de gestión.

Como las instrucciones de compras del Cenbal “no indicaban su distribución en el tiempo, ni el grado de discrecionalidad que podía quedar en manos de los entes ejecutantes”, en Pdval asumieron que se “debía realizar la totalidad de la compra en forma inmediata”. Así comenzó la debacle.

“La inconsistencia entre los volúmenes asignados y la capacidad de distribución desarrollable en el corto plazo” produjeron el congestionamiento de los puertos.

Como se detalla en el documento se desbordó la capacidad de los terminales marítimos para el almacenamiento de carga, en especial la refrigerada, lo cual obligó a las “líneas navieras a almacenar un número significativo de contenedores en varios puertos del Caribe”. A su vez, las empresas almacenadoras comenzaron a condicionar la liberación de los contenedores a la recepción de los pagos por los servicios prestados, retrasados por problemas de flujo de caja de Pdvsa.

“NOS DEJARON SOLOS ” La otra pared con la que chocó Pdval fueron los trámites de nacionalización. Hasta finales del 2009 las demoras en el otorgamiento de los permisos por parte de organismos oficiales como el Seniat, los ministerios de Salud y Alimentación y el SASA (Servicio Autónomo de Seguridad Agropecuaria) impactaron “negativamente a la extracción de los alimentos” y generaron “cuellos de botella en los puertos con riegos sanitarios, almacenes colapsados y afectados en la logística de extracción y deudas inmensas por demoras en la devolución de contenedores”, asegura el informe de la empresa.

Las guindas de la torta fueron la falta de transporte para sacar los contenedores del puerto y la limitada capacidad de almacenamiento y distribución de Pdval. Aunque en varias ocasiones técnicos de la estatal sugirieron utilizar las cadenas de mayoristas privadas para auxiliar las labores de comercialización, la idea “fue una posibilidad no autorizada” por los jerarcas públicos.

Todas estas situaciones ocasionaron un congestionamiento de los puertos. Frente a esta realidad Pdval hace una dolorosa confesión en su informe: “la respuesta de Estado a este problema, como elemento de apoyo y solución, fue muy tardía, dejando a Bariven/Pdval solas con sus capacidades limitadas de respuesta”.

En medio de este maloliente maremágnum la filial petrolera decidió “anular los pedidos no despachados desde finales de 2008″ y limitar las compras de 2009 a “los rubros estratégicos de alta rotación y déficit manifiesto”. Lamentablemente, para entonces ya se habían importado más de 700.000 TM de alimentos. La mesa de los alimentos podridos estaba servida. AB

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