Estamos acostumbrados a esperar linealidad y proporcionalidad en nuestro entorno. Si hacemos un pequeño cambio, esperamos que el impacto sea pequeño. Si hacemos un gran cambio, tenemos la expectativa de que el impacto sea grande. Cuando no ocurre así, no lo aceptamos. Asumimos que hicimos algo mal, ya que no es "lógico". Pero la realidad es que todos hemos vivido alguna vez la experiencia que con un pequeño cambio obtenemos grandes impactos. No siempre hay linealidad, ni proporcionalidad. Nos cuesta mucho ver y entender esto. Tanto nadar para ahogarse en la orilla reza el dicho popular. En 14 años de régimen chavista, hemos vivido el torbellino de la revolución castrocomunista en Venezuela. Cambiamos todo para no cambiar nada. Despilfarramos las riquezas del subsuelo para ser más pobres, más dependientes, más desiguales, más excluidos.
Lo mismo ocurre con los retardos y las demoras. Tendemos a ignorarlos olímpicamente. Sin embargo, es una característica de la dinámica de sistemas que todo cambio, grande o pequeño, tendrá un impacto retardado sobre el sistema. En sistemas mecánicos, el retardo tal vez puede medirse en segundos, pero existe. En sistemas sociales, el retardo puede extenderse años o décadas. Algunos aspectos impactan más rápido y otros más lentamente, pero de ninguna manera la tardanza puede ignorarse. En nuestro modelo mental de país, evaluamos los impactos a corto plazo. No esperamos a evaluar el largo plazo. Alimentamos modelos mentales cortoplacistas, y los evaluamos bajo esos parámetros. Nunca tenemos la paciencia para ver los impactos a corto, mediano y largo plazo. Ya cuando llegamos al largo plazo, estamos evaluando otras 20 cosas, y nos olvidamos del largo plazo. En nuestros modelos mentales generalmente acortamos los retardos mucho más de lo que deberíamos. Asumimos que las cosas van a pasar rápido, y cuando no pasan, no lo entendemos.
La situación de la Industria de Generación de Electricidad en Venezuela, es un buen ejemplo del impacto de los retardos, en nuestros modelos mentales. Catorce años de desinversión en el sector, por parte del régimen chavista son la razón de los cortes eléctricos de hoy. Se desecharon los proyectos de la Orimulsión para generación de electricidad. Se congelaron los proyectos de explotación de gas, que permitirían incrementar la capacidad de generación de electricidad con combustible limpio. Se redujo el mantenimiento de nuestras fuentes hidroeléctricas. Apenas se arranca este año la primera etapa del parque eólico de Paraguaná. ¿Y todavía nos sorprendemos que ocurran cortes de luz? Alguno tiene la osadía de afirmar que el problema tiene sus raíces en un consumo desaforado por parte de los venezolanos de buena voluntad, y ofrece un plan de 100 días para resolver el problema. No nos damos cuenta que ni en 100 días ni en 3 años se resolverá la desidia de 14 años.
Si queremos mejorar la calidad de nuestros modelos mentales, debemos olvidarnos de líderes mesiánicos y balas de plata. No existen las soluciones mágicas que resolverán los problemas de nuestra sociedad. Solo existe el trabajo arduo con el fin de desarrollar una mejor gestión de nuestro entendimiento como sociedad. Debemos así, abrazar un set de meta-premisas diferentes. Necesitamos aplicar premisas que celebren la interdependencia de los factores y la circularidad de las causalidades. Premisas que consideren la no linealidad de las interrelaciones y el impacto de retardos y demoras. Tenemos a disposición las herramientas del pensamiento sistémico para lograrlo.
La implosión del modelo chavista se acerca en cámara lenta. Sus raíces están dispersas en innumerables factores, algunos de los cuales tienen su origen mucho antes de la ascensión al poder de la dirigencia actual, hace 14 años. Nos queda la tarea a nosotros de recoger los escombros de la implosión y construir la sociedad descentralizada que todos nos merecemos. Una sociedad regida por la inclusión, la riqueza, la educación y el progreso.
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